
Desde que nací, o eso creo, una de mis grandes pasiones ha sido la música. Ya de bebé, mi madre me ponía en el cuco la radio y yo dormía plácidamente.
Cuando fui creciendo me gustaba mucho cantar y aprendí a tocar la guitarra.
Ojalá y hubiera seguido los estudios en el Conservatorio. Es algo que tengo pendiente, de las cien mil cosas que me gustaría hacer en mi vida y que nunca haré porque no tengo tiempo material para hacer tanto como quisiera.
Con los niños he comprobado que la música es una gran compañera y que ayuda a entablar relaciones, a expresar emociones y así trabajar la inteligencia emocional, y que estimula la inteligencia general.
La música divierte, entretiene, enseña y ESPONJA EL ALMA.
La música une a las personas, acerca culturas...
La música es vida, parte de mi vida.
En terapia, para mí, ha sido una herramienta muy importante para las relajaciones, crear ambientes, las fantasías, las proyecciones, el trabajo con las emociones...
Como decía al principio, mi vida ha ido siempre ligada a la música y espero que siga estándolo.
¡Quién sabe si algún día alguien me escribirá un REQUIEM que pueda escuchar mi alma mientras ofician una ceremonia religiosa por mí!